...porque
la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que
está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas
de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de
lugares comunes, sino que arde, arde, arde como fabulosos cohetes
amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces
se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un “¡Ahhh!”
...una
de las mayores molestias del viajar en autostop es tener que hablar
con muchísima gente, para que piensen que no han hecho mal en
cogerte, hasta incluso entretenerles, todo lo cual es agotador cuando
quieres seguir todo el rato y no tienes pensado dormir en hoteles.
Empezó
a gustarme; no porque fuera una buena persona, como después demostró
que era, sino porque mostraba entusiasmo hacia las cosas.
...fui
a casa de la novia de Eddie a recuperar mi camisa de lana de cuadros
de Shelton, Nevada. Estaba allí, toda arrugada, con toda la enorme
tristeza de una camisa.
De
pronto, me di cuenta que ya estaba en California. Aire cálido,
espléndido -un aire que se puede besar- y palmeras.
-Amo
el amor- dijo cerrando los ojos. Le prometí un bello amor. La
deseaba sin freno.Terminadas nuestras historias, quedamos en silencio
entregados a pensamientos de goce anticipado. Todo era tan sencillo
como eso.
El
autobús llegó a Hollywood. En el amanecer gris y sucio, un amanecer
como aquel cuando Joel McCrea encuentra a Verónica Lake en un coche
restaurante, en la película Los
viajes de Sullivan,
se durmió sobre mi pecho. Yo miraba ansiosamente por la ventana:
casas blancas y palmeras y cines para coches, toda aquella locura, la
dura tierra prometida, el extremo fantástico de América. Bajamos
del autobús en Main Street que no es diferente de los sitios donde
te bajas del autobús en Kansas City o Chicago o Boston: ladrillos
rojos, suciedad, tipos que pasan, tranvías rechinando en el
desamparado amanecer, el olor a puta de una gran ciudad.
Hicimos
el amor en la dulzura de la perezosa mañana. Después, como dos
ángeles cansados, colgados y olvidados en un rincón de LA, habiendo
encontrado juntos la cosa más íntima y deliciosa de la vida, nos
quedamos dormidos hasta la caída de la tarde.
Terry
y yo comimos en una cafetería del centro que estaba decorada com una
gruta, con tetas de metal surgiendo por todas partes, y enormes e
impersonales nalgas pertenecientes a deidades marinas y neptunos muy
falsos. La gente comía lúgubremente junto a cascadas, con el rostro
verde de tristeza marina.
Era
una noche agradable, una noche caliente, una noche de beber vino, una
noche de luna, una noche para abrazar a tu novia y charlar y
desentenderse de todo lo demás y pasarlo bien.
...la
mayor parte del tiempo estuvimos solos y unimos nuestras almas cada
vez más hasta que hubiera sido terriblemente duro decirse adiós.
...habían
pasado de la harapienta pobreza de los campos de Simón Legree a una
especie de risueña respetabilidad dentro de tiendas mayores, y eso
era todo.
Pero
la madre, una mujer triste, gorda y morena, se impuso, como siempre
ocurre en las grandes familias campesinas de todo el mundo...
Nos
volvimos tras una docena de pasos, porque el amor es triste, y nos
miramos por última vez.
...la
locura total y frenética de Nueva York con sus millones y millones
de personas esforzándose por ganarles un dólar a los demás, el
sueño enloquecido: cogiendo, arrebatando; dando, suspirando,
muriendo sólo para ser enterrados en esos horribles cementerios de
más allá de Long Island.
...el
coche seguía recto como una flecha, sin desviarse ni un instante de
la línea blanca del centro de la carretera que se desenrollaba
besando nuestro neumático delantero izquierdo.
...te
acuerdas de cuando vine a Nueva York por primera vez y quería que
Chad King me enseñara cosas de Nietzsche? ¿Te acuerdas de cuánto
tiempo hace? Todo es maravilloso, Dios existe, conocemos el tiempo.
Todo ha sido mal formulado de los griegos para acá. No se consigue
nada con la geometría y los sistemas de pensamiento geométricos.
¡Todo se reduce a esto!
-hizo un corte de manga.
-Problemas,
ya ves, son la palabra que generaliza los motivos por los que Dios
existe.
Lucille
nunca me comprendería porque me gustan demasiadas cosas y me
confundo y desconcierto corriendo detrás de una estrella fugaz tras
otra hasta que me hundo. Asi es la noche, y eso produce. No puedo
ofrecer más que mi propia confusión.
Eso
me hizo pensar que podía suceder cualquier cosa... era el momento en
que uno lo sabe todo y todo queda decidido para siempre.
“Nueve
renglones de crímenes, uno de aburrimiento”: dijo Louis-Ferdinand
Céline.
...lo
mismo que la lluvia que relaciona todas las cosas del mundo entero...
...el
aire de Nueva Orleans era tan dulce que parecía llegar en finos
pañuelos; y podías oler el río y oler realmente a gente, y a
barro, y a melaza, y a toda clase de emanaciones tropicales con la
nariz súbitamente liberada del olor de los secos hielos del invierno
del Norte.
Metimos
el coche en el ferry de Algiers y nos encontramos cruzando el río
Mississippi en barco.
...contemplamos
al gran padre marrón de las aguas que bajaba desde el centro de
América como un torrente de almas destrozadas llevando troncos de
Montana y barro de Dakota e Iowa y cosas que habían caído en él en
Three Forks, donde el secreto comenzaba siendo hielo.
Hubiera
hecho falta toda la noche para hablar del viejo Bull Lee; de momento,
diré que era un auténtico maestro, y debe añadirse que tenía todo
el derecho del mundo a enseñar porque se pasaba la vida
aprendiendo...
-¿Qué
será de nosotros cuando muramos? -le pregunté en cierta ocasión.
-Cuando
uno muere se muere, eso es todo -respondió.
Dean
y yo estábamos deseando pasar una buena noche en Nueva Orleans y
queríamos que Bull nos orientara. Nos echó un jarro de agua fría
encima cuando dijo:
-Nueva
Orleans es una ciudad muy aburrida. La ley prohibe ir a la parte de
los negros. Los bares son insoportablemente lúgubres.
-Supongo
que habría algún bar interesante -añadí.
-No
existen en América bares realmente interesantes. Un bar interesante
está más allá de nuestro alcance. En 1910 un bar era un sitio
donde los hombres se reunían después de trabajar, y todo lo que
había allí era una larga barra de latón, escupideras, una pianola
como música, unos cuantos espejos, y barriles de whisky a diez
céntimos el trago junto a barriles de cerveza a cinco la jarra.
Ahora todo lo que hay es cromados, mujeres borrachas, maricas,
camareros hostiles, dueños nerviosos que andan cerca de la puerta
preocupados por sus sillas de cuero y por la ley; sólo un montón de
gente gritando a destiempo y un silencio de muerte cuando entra un
desconocido.
Finalmente
di una vuelta yo solo hasta el malecón. Quería sentarme en la
orilla pantanosa y observar el río Mississippi; en vez de eso, tuve
que mirarlo con la nariz pegada a una alambrada. Cuando se separa a
la gente de sus ríos, ¿adónde puede llegar?
¿Qué
es el río Mississippi? Es un pedazo de tierra lavada en la noche
lluviosa, un suave chapoteo desde las chorreantes orillas del
Missuri, una disolución, un movimiento de la marea por el eterno
cauce abajo, un regalo a las espumas pardas, un viaje a través de
innumerables cañadas y árboles y malecones, abajo, siempre hacia
abajo, por Memphis, Greenville, Eudora, Vicksburg, Natchez, Port
Allen y Port Orleans y Port de los Deltas... por Portash, Venice y el
Gran Golfo de la Noche, y fuera.
No
sabía si era esa calle o la calle Canal de Nueva Orleans: llevaba
hasta el mar, el ambiguo y universal mar...
...trabajé
un poco en el mercado de mayoristas de frutas donde casi lo había
hecho en 1947... el trabajo más duro de mi vida. En una ocasión
unos chavales japoneses y yo tuvimos que arrastrar un furgón enorme
unos treinta metros por encima de un rail, ayudándonos sólo con una
especie de gato que le hacía moverse un centímetro cada vez.
Arrastré cestos de sandías por el suelo del frigorífico a pleno
sol, estornudando sin parar. En el nombre de Dios y de todos los
santos, ¿para qué?
Al
anochecer paseaba. Me sentía como una mota de polvo sobre la
superficie triste de la roja tierra.
Cuando
cruzábamos la frontera entre Colorado y Utah vi a Dios en el cielo
en forma de unas resplandecientes nubes doradas sobre el desierto que
parecían señalarme con el dedo y decir: “Ven aquí y continúa,
vas camino del cielo.”
Dean
estaba contento de nuevo. Lo único que necesitaba era un volante
entre las manos y cuatro ruedas sobre la carretera.
...todavía
nos quedaba mucho camino. Pero no nos importaba: la carretera es la
vida.
Los vagabundos de la vieja North Clark dormitaban en el bar, las putas gritaban enfadadas. Chinos misteriosos se escurrían en silencio.
-¿Y
qué haces para divertirte?
Intentaba
hablar de ligues y de sexo. Sus grandes ojos negros me miraron vacíos
y con una especie de tristeza que se remontaba a generaciones y
generaciones de gente que no había hecho lo que estaba pidiendo a
gritos que debía de hacer... sea lo que sea, aunque todo el mundo
sabe lo que es.
Por
treinta y cinco centavos cada uno entramos en un cine destartalado y
nos tumbamos en el entresuelo hasta por la mañana, que nos echaron.
La gente que había en aquel cine nocturno era de lo peor. Negros
destrozados que habían venido desde Alabama a trabajar en las
fábricas de automóviles y no tenían contrato; viejos vagabundos
blancos; jóvenes hipsters de pelo largo que habían llegado al final
del camino y le daban al vino sin parar; putas, parejas normales y
corrientes y amas de casa que no tenían nada que hacer, ningún
sitio al que ir, ni nadie en quien confiar. Se se pasara a todo
Detroit por un tamiz no quedarían reunidos mejor sus desechos.
El
anonimato en el mundo de los hombres es mejor que la fama en los
cielos, porque, ¿qué es el cielo? ¿qué es la tierra? Todo
ilusión.
Aquí
nadie desconfía, nadie recela. Todo el mundo está tranquilo, todos
te miran directamente a los ojos y no dicen nada, sólo miran
con sus ojos oscuros, y en esas miradas hay unas cualidades humanas
suaves, tranquilas, pero que están siempre ahí. Fíjate en todas
esas historias que hemos leído sobre México y el mexicano dormilón
y toda esa mierda sobre que son grasientos y sucios y todo eso,
cuando aquí la gente es honrada, es amable, no molesta.
-¡Oh,
tío! Me gustaría parar y jugar un poco con esas monadas -dijo
Dean-, pero fíjate que el viejo o la vieja siempre están muy
cerca... por lo general en la parte de atrás, a veces cien metros
recogiendo ramas y leña o cuidando a los animales. Nunca las dejasn
solas. En este país nadie está solo jamás.
Los
otros dormían y yo seguía solo al volante con mi eternidad a
cuestas.
Tras
la barra estaba el propietario que salió corriendo en cuanto le
dijimos que queriamos oír mambos y volvió con un montón de discos,
la mayoría de Pérez Prado, y los puso en la máquina de discos. Un
instante después toda la ciudad de Gregoria oía la bien que lo
estábamos pasando en la Sala de Baile. En el mismo salón el
estrépito de la música -así es cómo debe ponerse una máquina de
discos y para eso se inventó- era tan tremendo que durante un
momento Dean y Stan y yo nos quedamos boquiabiertos al darnos cuenta
de que nunca nos habíamos atrevido a poner música tan alta como
hubiéramos querido y como ahora sonaba.
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