En este blog se presentan fragmentos originales de los libros que leí. No vierto aquí mis opiniones personales pues considero más efectivo que el mismo autor se encargue de seducirte con sus propias palabras.

martes, 9 de diciembre de 2014

Las uvas de la ira - John Steinbeck

Dentro del restaurante, aislado con tela metálica, sonaba una radio: música lenta de baile con el volumen bajo,como cuando nadie la escucha.


...dirigió la mirada a los campos secos y a los grupos de árboles medio muertos, que colgaban incómodos en la distancia recalentada.



Las plantas luchaban contra el sol. Y la distancia, hacia el horizonte, se extendía parda hasta alcanzar lo invisible.


...posó dos dedos en la palma de la mano siguiendo el ritmo como si pusiera allí con suavidad cada palabra una al lado de la otra. (...) No existe el pecado y no existe la virtud. Sólo hay lo que la gente hace. (...) ...hizo una pausa y levantó la mirada de la palma de la mano, donde había ido poniendo las palabras.


Unos despreciaban las matemáticas a las que debían obedecer, otros tenían miedo, y aun otros adoraban a las matemáticas porque podían refugiarse en ellas de las ideas y los sentimientos.


Aunque no sea buena sigue siendo nuestra. Esto es lo que la hace nuestra: nacer trabajar, morir en ella. Esto es llo que da la propiedad, no un papel con números.


-Pero cuando un hombre tiene una propiedad que no ve, que no puede tocar con los dedos porque le falta tiempo, ni pisar porque no está allí, entonces, la propiedad es el hombre. Él no puede ni hacer ni pensar lo que desea. La propiedad se apodera del hombre por ser más fuerte que él. Y él yano es grande sino pequeño. Tan sólo sus propiedades son grandes y él se convierte en el servidor de su propiedad.


He visto tortugas toda la vida y siempre están yendo a alguna parte. Parece que siempre quieren llegar allí.


Un comité de perros se había reunido en la carretera en honor a una perra, Cinco machos, pastores alemanes y collies escoceses mestizos, perros de raza indefinida como resultado de la libertad de su vida social...


Ahora maldigo todo lo que quiero, cada vez que me apetece; a un hombre le hace bien maldecir cuando tiene gana.


Madre era pesada, pero no gorda; ancha a fuerza de trabajo y de partos. (...) Su rostro lleno no era blando; era un rostro controlado, bondadoso. Sus ojos de avellana parecían haber sufrido todas las tragedias posibles y haber remontado el dolor y el sufrimiento como si se tratara de peldaños, hasta alcanzar una calma superior y una comprensión sobrehumana.


...pero si somos lo que ha pasado. La ira de un momento, mil imágenes, eso somos nosotros.


¿Cómo podremos vivir sin nuestras vidas? (...) Sentadas miraron las cosas y se las grabaron a fuego en la memoria. ¿Cómo será no saber qué tierra hay tras la puerta? ¿Cómo será despertar por la noche y saber..., saber que el sauce no está allí?, ¿puedes vivir sin el sauce? No, no puedes. El sauce eres tú. El dolor de ese colchón..., ese dolor espantoso, eso eres tú.


Madre rió quedamente sumergiendo y sacando las ropas del cubo. Escurrió petos y camisas y los músculos de sus antebrazos se marcaron como cuerdas.


La muerte de su mujer, seguida de meses de estar solo, le había marcado con culpa y vergüenza y le había dejado una soledad indestructible.


Pero me pregunto si cabremos todos, incluido el predicador. ¿Y podemos alimentar una boca más? -sin volver la cabeza, preguntó-: ¿Podemos, Madre?
Madre se aclaró la voz.
-No se trata de si podemos, sino de si estamos dispuestos -contestó con firmeza-. Lo que es “poder”, no podemos hacer nada, ni ir a California ni ninguna otra cosa; pero lo que queramos hacer... vamos, que haremos lo que nos propongamos.


Las solapas de la tienda se separaron y de ella emergió una mujer apergaminada, un rostro arrugado como una hoja seca y ojos que parecían llamear, ojos negros que parecían asomarse al exterior desde un pozo de espanto.


-¿Se encuentra cansado, abuelo? -preguntó. Los ojos se movieron hacia la voz, pero no le encontraron a él.


La vida comenzó de nuevo a hacerse notar.


El gobierno muestra más interés por un muerto que por un vivo. Remueven cielo y tierra intentando averiguar quién era y cómo murió. Sugiero que pongamos una nota dentro de una botella y la enterremos junto con el abuelo, que diga quién es, cómo murió y por qué está aquí enterrado.
Padre se mostró de acuerdo.
-Buena idea. Y que quede bien escrito. Así no se sentirá tan solo, sabiendo que su nombre está con él, que no es solamente un viejo solo bajo tierra.


La tierra del oeste, nerviosa ante el cambio que se avecina. Los estados del oeste, nerviosos igual que los caballos antes de la tormenta. Los grandes propietarios, nerviosos, sintiendo el cambio, pero sin saber nada acerca de su naturaleza. Los grandes propietarios dirigiendo sus esfuerzos contra lo inmediato, el gobierno en expansión, la creciente unidad de los trabajadores; atacando los nuevos impuestos, los proyectos; sin darse cuenta de que estas cosas son resultados y no causas. Resultados, no causas; resultados, causas. Las causas yacen en lo más hondo y son sencillas: las causas son el hambre en un estómago, multiplicado por un millón; el hambre de una sola alma, hambre de felicidad y un poco de seguridad, multiplicada por un millón; músculos y mente pugnando por crecer, trabajar, crear, multiplicado por un millón. La función última del hombre, clara y definitiva: músculos que buscan trabajar, mentes que pugnan por crear algo más allá de la mera necesidad: esto es el hombre. Levantar un muro, construir una casa, una presa, y dejar en el muro, la casa, la presa algo de la esencia misma del hombre, y tomar para esta esencia algo del muro, la casa, la presa: músculos endurecidos por el trabajo, mentes ensanchadas por la asimilación de líneas nítidas y formas que fueron parte de la concepción de la obra. Porque el hombre, a diferencia de cualquier otro ser orgánico o inorgánico del universo, crece más allá de su trabajo, sube los peldaños de sus conceptos, emerge por encima de sus logros. (...) Puedes saber esto: teme el momento en que el hombre deje de sufrir y morir por un concepto, porque esta cualidad es la base de la esencia humana, esta cualidad es el hombre mismo, y lo que le diferencia en el conjunto del universo.


Un hombre, una familia, obligados a abandonar su tierra; este coche oxidado que cruje por la carretera hacia el oeste. Perdí mis tierras, me las quitó un sólo tractor. Estoy solo y perplejo. Y por la noche una familia acampa en una vaguada y otra familia se acerca y aparecen las tiendas. Los dos hombres conferencian en cuclillas y las mujeres y los niños escuchan. Éste es el núcleo, tú que odias el cambio y temes la revolución. Mantén separados a estos dos hombres acuclillados; haz que se odien, se teman, recelen uno del otro. Aquí está el principio vital de lo que más temes. Éste es el cigoto. Porque aquí “he perdido mi tierra” empieza a cambiar; una célula se divide y de esa división crece el objeto de tu odio.: “Nosotros hemos perdido nuestra tierra”. El peligro está aquí, porque dos hombres no están tan solos ni tan perplejos como pueda estarlo uno. Y de este primer “nosotros”, surge algo aún más pelogroso: “Tengo un poco de comida” más “yo no tengo ninguna”. Si de este problema el resultado es “nosotros tenemos algo de comida”, entonces el proceso está en marcha, el movimiento sigue una dirección. Ahora basta con una pequeña multiplicación para que esta tierra, este tractor, sean nuestros. Los dos hombres acuclillados en la vaguada, la pequeña fogata, la carne de cerdo hirviendo en una sola olla, las mujeres silenciosas, de ojos pétreos; detrás, los niños escuchando con el alma las palabras que sus mentes no entienden. La noche cae. El pequeño está refriado. Toma, coge esta manta. Es de lana. Era la manta de mi madre, cógela para el bebé. Esto es lo que hay que bombardear. Éste es el principio: del “yo” al “nosotros”.
Si tú, que posees las cosas que la gente debe tener, pudieras entenderlo, te podrías proteger. Si fueras capaz de separar las causas de resultados, si pudieras entender que Paine, Marx, Jefferson, Lenin, fueron resultados, no causas, podrías sobrevivir. Pero no lo puedes saber. Porque el ser propietario te deja congelado para siempre en el “yo” y te separa para siempre del “nosotros”.
Los estados del oeste se muestran nerviosos ante el cambio inminente. La necesidad sirve de estímulo al concepto, el concepto estimula la acción. Medio millón de personas moviéndose ya por el país; un milón más, impacientes, dispuestas a partir; y otros diez millones de personas empezando a sentir el nerviosismo.
Y los tractores abriendo múltpiles surcos en la tierra vacía.



Sus ojos seguían en la carretera, por donde la vida pasaba silbando.



El tuerto los vio irse y después caminó a través del cobertizo hasta su chabola. El interior estaba oscuro. Llegó tanteando al colchón que estaba en el suelo, se estiró en él y se echó a llorar, y el silbido de los coches pasando por la carretera sólo sirvió para fortalecer los muros de su soledad.



...es ilícito comer buenos alimentos cerca de uno que tiene hambre, a menos que se le ofrezca compartirlos.



...la estupidez de un tonto era la misma en todos los mundos.




Allí ya hay algo: los graves acordes marcando, marcando, mientras la melodía corre por las cuerdas como pasos pequeños.



Entonces el grupo se soldaba en una unidad, de forma que en la oscuridad los ojos de la gente miraban hacia adentro y sus mentes cantaban en otras épocas, y su tristeza era como un descanso, igual que el sueño.



Hay un tiempo de cambio, y cuando llega, una muerte se convierte en un trozo del morir, y un parto en un trozo de todos los nacimientos, y dar a luz y morir son dos partes de la misma cosa. Entonces los hechos dejan de estar aislados. Entonces un dolor ya no duele tanto, porque ya no es un dolor aislado, Rosasharn. Ojalá pudiera explicártelo para que lo entendieras, pero no puedo.


Las horas nocturnas fueron pasando con la oscuridad pegada al camión.



Hubo un tiempo en que California perteneció a México y su tierra a los mexicanos; y una horda de americanos harapientos la invadieron. Y su hambre de tierra era tanta, que se la apropiaron: robaron la tierra de Sutter, la de Guerrero, se quedaron las concesiones y las dividieron y rugieron y se pelearon por ellas aquellos hambrientos frenéticos; y protegieron con rifles la tierra que habían robado. Levantaron casas y graneros, araron la tierra y sembraron cosechas. Estos actos significaban y posesión equivalía a propiedad. Los mexicanos estaban débiles y hartos. No pudieron resistir, porque no tenían en el mundo ningún deseo tan salvaje como el que los americanos tenían de tierra. Luego, con el tiempo, los invasores dejaron de ser tales para convertirse en propietarios; y sus hijos crecieron y tuvieron sus hijos en esa tierra.



Madre se frotaba los lados de la boca con los dedos y sus ojos parecían estar muy lejos y perdidos, muertos por el cansancio.



-Las oraciones nunca han traído tocino. Hace falta un puerco para tener carne de cerdo.



A uno le alivia hablar pero es es esparcir los propios pecados.



Sientes lástima de ti misma. (...) -Debes trabajar -opinó Madre-. Sentada todo el día en la tienda te da por compadecerte de ti misma.



Cada uno tiene que hacer lo que tiene que hacer. Nadie sabe lo suficiente para decirle lo que debe hacer a otro.



No tenían ningún argumento, ningún sistema, nada excepto su número y sus necesidades.



Las compañías poderosas no sabían que la línea entre el hambre y la ira es muy delgada. Y el dinero que podía haberse empleado en jornales se destinó a gases venenosos, armas, agentes y espías, a listas negras e instrucción militar. En las carreteras la gente se movía como hormigas en busca de trabajo, de comida. Y la ira comenzó a fermentar.



-Muévete -dijo Madre-. Hay veces en que aunque te encuentres mal tienes que guardártelo para ti misma.



¿Alguna vez has visto un faisán, rígido y hermoso, cada pluma dibujada y pintada e incluso los ojos pintados, tan bonitos? Y ¡bang! Lo recoges... ensangrentado y retorcido y has echado a perder algo mejor que tú; comértelo no llega a compensarte, porque has echado a perder algo en ti mismo y ya no tiene arreglo.



Una guitarra es algo más preciado. Hay que aprender a tocarla. Los dedos de la mano izquierda deben tener las yemas callosas. El pulgar de la derecha un callo enorme. Estirar los dedos de la mano izquierda, estirarlos como patas de araña para ponerlos en los trastes.



...todas las cajas de herramientas habían aportado cinta aislante...



...con ojos como pequeñas espadas...



-Quizá no te lo imaginas, pero tu padre era un gran bailarín cuando era joven -y Madre sonrió-. Me hace pensar en los viejos tiempos -dijo. Y en los rostros de los que miraban la sonrisa era de recuerdo.



En las almas de las personas las uvas de la ira se están llenando y cogen peso, listas para la vendimia.



Uno acaba agobiándose cuando sale a buscar algo que sabe que no va a encontrar.



Y lo único que tienes que saber es que cada vez que se da un paso adelante se puede resbalar un poco hacia atrás, pero nunca será todo el paso.



Una luz pálida llenaba ahora la habitación, pero luz sin color, antes del sol.



...sabían que todo iba bien, que esta vez tampoco se irían abajo; y que nunca lo harían en tanto que el miedo pudiera transformarse en ira.





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