En este blog se presentan fragmentos originales de los libros que leí. No vierto aquí mis opiniones personales pues considero más efectivo que el mismo autor se encargue de seducirte con sus propias palabras.

jueves, 16 de octubre de 2014

Palmeras de la brisa rápida - Un viaje a Yucatán > Juan Villoro


…y decidió irse al continente donde todas la frutas son posibles.



Nada mejor para un prófugo del frío que una muchacha para quien la nieve era algo que sabía a guanábana.



Su matrimonio tuvo el tipo de éxito que solían tener los matrimonios de entonces: no se divorciaron y no se hablaron en los últimos veinte años.




La ignominia máxima para una mujer consistía en no ser blanca (pronunciaba con tal énfasis que se oía balanca) y la siguiente (disponía de una vastísima escala de oprobios) ser blanca y “revolcarse con un turco”. 
Todos los días renovaba su decencia describiendo con lujo de detalle la indecencia de los demás.



…y las lágrimas fluían puntuales de sus ojos.



A partir de mediados de los sesenta fue casi imposible llevarla al cine. Al primer pezón gritaba: “tápenle los ojos a los ninios!”, y si una pareja se besaba en la oscuridad, decía “yo no pago para ver esta función”.



La bolsa femenina es uno de los lugares más dramáticos de las postrimerías del siglo. (…) …esas diminutas zonas de confusión.




Al viajar uno se lleva sus 206 huesos y todos sus gustos y repulsas.




Mi mente es un salón de clases del que jamás me graduaré.




¡El correo aéreo! Sí, cada carta es un avión que no ha caído.




Las colisiones a la mexicana prometen insospechadas variantes; “acostumbrarse a volar” significa resignarse a aterrizar sobre una manada de cebúes.




Luego anoté la profesión que usurpo desde hace años para llenar cuestionarios: “periodista”. “Escritor” huele a pipa apagada, apotegmas de dispéptico, edición intonsa, dedo ensalivado, pantuflas rancias.




En Mérida mayo es un mes que se cuece aparte, hace tanto sol como en un verso de José Luis Rivas.




A las diez de la mañana la calle estaba llena de guayaberas, rostros redondos y cuerpos compactos de boxeadores mosca. Ignoro si el reglamento de la policía exige que sus miembros midan metro y medio, pero en todo caso es difícil encontrar uno mas alto. Hay algo tranquilizador en una ciudad resguardada por gente chica.




 Mérida tiene camiones de antes, narigones, una honesta protuberancia llena de fierros que sueltan humo.




¡Qué estupidez ir a Mérida en mayo!




El café del Express suena como su nombre; es imposible alzar la taza sin oír motores de explosión.




Podría viajar de un café a otro para mirar desconocidos, leer noticias del diario local que no me competen, dejar que las voces ajenas formaran en mi mesa un golfo de palabras sueltas.




Me reconcilié con mi inmovilidad –la mesa como horizonte feliz, sin consecuencias ni propósitos- …




Pero el cronista va demasiado rápido, distingue un arquetipo antes que una gente, sospecha, como Gómez de la Serna, que cada cosa es estuche de otra cosa: el tenedor es la radiografía de la cuchara.




…¿pero puede haber algo más irreal que una mexicana que viaje sola? La soledad es un caso de alarma para las mexicanas. En los restoranes de lujo van juntas al baño, en las reuniones se arremolinan en torno a las galletas con paté, en las escuelas deambulan en apretadas flotillas.




El barullo de las otras mesas me hizo sentir al margen –las dos sillas vacías eran una forma del fracaso- hasta que recibí a la visitante de los desolados: la conciencia histórica.




Aquel mundo hipercivilizado parecía negar la esclavitud tanto como la Constitución mexicana. A las pocas semanas , después de conocer la agonía de los peones, escribiría en su diario: “comparada con Yucatán, Siberia es un orfelinato”.




La diferencia entre los Milán y los Molina no sólo estaba en la o del apellido, sino en que unos tenían una nevería y los otros seis millones de hectáreas.




En sentido fisiológico, la cabeza existe cuando necesita una aspirina; en sentido filosófico, cuando produce el fogonazo de las ideas.




Como en el amor, también en los espejos conviene una mirada débil, capaz de corregir el rostro que en las noches ofrecemos a la luna.




Nada más adecuado para resumir sus vidas que las églogas donde se conjugan verbos que rara vez salen del diccionario. Y es que los paladines viven en gramática de gala: cuando no arrostran se prosternan; ya subyugan, ya son subyugados…




La “realidad” (Nabokov tiene razón: esta palabra ya sólo dice algo si va entre comillas) fascina y cansa por su continuo afán de volverse peculiar.




…mandar su intimidad al Concilio de Trento…




La sensatez, tan útil para decidir que el mejor colegio para los niños es el que está más cerca de la casa, es un narcótico literario.




…pero ya sentía en mi interior, el lago tranquilo de los recién confesados.




¿De qué rebeldía son capaces los católicos de hoy, aparte de tocar el claxon de un Topaz para apoyar al PAN? Los feligreses no daban otras señas de vida que espantar el calor con abanicos y ejemplares del Diario de Yucatán. Terminado el sermón, un hombre diminuto (el tipo de enano superproporcionado al que se le dice “señorcito”) tocó un órgano que no excedía las veinte teclas.




A juzgar por los amuletos del turista de la mesa de al lado todo era compatible. Unas quince civilizaciones se habían convertido en “adornos” de su cuerpo.




En un sitio donde “patatín y patatán” significa “etcétera”, no es raro que los diálogos alcancen el teatro del absurdo.




En esencia, los chicos recargados en los bruñidos automóviles no son muy distintos de los indígenas que pasan horas acuclillados junto a la carretera. La única variante es que para ellos la inmovilidad es el lujo extremo de desperdiciar el movimiento.




¿Cómo no va a ser separatista un lugar donde hasta las galletas Marías se llaman Alicias?




Por lo general, los bateristas son bestias rítmicas; si los Rolling Stones dependieran de la capacidad verbal de Charlie Watts se sabría de ellos lo mismo que de los constructores de Stonehenge.




Los familiares comentan “era tan bueno, el pobre”, y se refieren más a esa equívoca mirada que a la conducta del difunto. En realidad no recuerdan muy bien por qué era bueno (aunque morir es la manera más común de serlo).




Mac Swiney no encontró definición más completa del carácter de Palmerín que esta frase de José Díaz Bolio: “el alma le brotaba con discreción”.




Después de semanas de tórridas temperaturas es fácil entender la veneración por los dioses del agua… (…) Y del entendimiento uno pasa a la franca participación. ¡Con qué ligereza se piensa en parientes para sacrificar en el cenote sagrado!




…para los toltecas, la guerra tenía una indudable connotación sexual y la homosexualidad era un signo de virilidad, una afirmación fálica: espada contra espada. Las prácticas sexuales de los putunes causaron tanto escándalo en el siglo X como el primer divorcio yucateco en el siglo XX.




Así terminó el contacto con este guía de la nueva generación que no busca asombrar con esoterias.  Nos dijo: “En Chichén ya no hay fantasmas”. Luego, desapareció.




En el Colegio Alemán recitábamos en tono monocorde lo que el mundo le debía a México: el chocolate, el agave, el chile cuaresmeño… una larga lista de semillas y legumbres hasta llegar a la única patente tecnológica: el 0 maya. (…) Como el cero no da regalías, el mundo reconocía que era nuestro.




Después de oír Magical Mistery Tour unas mil veces, el equivalente  a tenerlo inyectado, uno estaba dispuesto a encontrar un chamán en cada indio.




Hoy en día los mayas usan gorras de besibolistas y pantalones de mezclilla stonewashed, son fanáticos de Chicoché y la Crisis y lo más probable es que no sueñen glifos sino oportunidades de trabajo en Cancún. La mayoría de los chamanes, aunque siguen cumpliendo un importante papel como taumaturgos, no derivan su poder de la sabiduría secreta sino de su afiliación al PRI. Aun en la apartada zona de Chan Santa Cruz, el último bastión de los mayas levantiscos, el partido oficial ha logrado que los chamanes hagan el milagro de  multiplicar votos.




Es raro que hayan sido los etruscos y no los uxmalitas los autores de la creencia de que el viento surge en el infierno.




Llegué al Palacio del Gobiernador sintiendo que el corazón ya sólo me latía para posponer el descenso del zopilote que planeaba en lo alto.




Por alguna razón inexplicable las grutas se iluminan de tal modo que la prehistoria parece discoteca.




…y se quedan herméticamente dormidos.




No me quedó más remedio que distraerme en el restorán Flamingo, que da a un “corral” de agua. Las tortugas de carey me alegraron un poco, nadaban en la oscuridad con un alborozo de futuros peines.




En mi cuarto vi la pequeña antesala pintada en verde y blanco, el tocador y el banquito cubiertos de hule; la recámara color flamingo, y sentí que estaba desperdiciando una oportunidad de suicidarme.




El clima de Mérida hace innecesarias las toallas. Al salir del cenote basta que uno se distraiga viendo ocho clavados para que ya esté seco.




Dos cosas facilitaron la asimilación del monoteísmo cristiano en Yucatán: la existencia de un dios principal en la teogonía maya (Itzamná) y el hecho de que la cruz sirviera de percha para el huipil.




-No te metas, pinche indio- gritó uno de los rijosos, que parecía el original de la cabeza de Palenque.




Usar barba es una forma de estar oculto de cuerpo presente.




Viva Zapato (nombre de una zapatería)




…insistió en seguir conduciendo cuando se declaró una tormenta digna de Indochina.




Y ahí no acaban los crucigramas…




Mérida es, sin duda, la ciudad mexicana con mayor densidad cafetera. La gente tiene su horario fijo para ir al Louvre, el Express, el Nicte-Ha, la Flor de Santiago, el Alameda, el Congreso, La Italiana.




Llega el momento de recitar versos populares. Sólo se me graba uno: “el sol sale de oriente y el óxido de occidente”.




Estaba en un café de los portales cuando vi algo que parecía un torneo de caminata homosexual. Al frente iba un negrito, con notables quiebres de cadera, moviendo la mano derecha en círculos, como si tratara de abrir una caja fuerte.
-Mira nomás a Miss Uganda –dijo un señor en la mesa de la izquierda. Nadie más reparó en la troupe gay. Aquí “el amor que no se atreve a decir su nombre” es el de los heterosexuales sin iglesia.





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