En este blog se presentan fragmentos originales de los libros que leí. No vierto aquí mis opiniones personales pues considero más efectivo que el mismo autor se encargue de seducirte con sus propias palabras.

domingo, 1 de marzo de 2015

En el camino - Jack Kerouac

...porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un “¡Ahhh!”



...una de las mayores molestias del viajar en autostop es tener que hablar con muchísima gente, para que piensen que no han hecho mal en cogerte, hasta incluso entretenerles, todo lo cual es agotador cuando quieres seguir todo el rato y no tienes pensado dormir en hoteles.




Empezó a gustarme; no porque fuera una buena persona, como después demostró que era, sino porque mostraba entusiasmo hacia las cosas.




...fui a casa de la novia de Eddie a recuperar mi camisa de lana de cuadros de Shelton, Nevada. Estaba allí, toda arrugada, con toda la enorme tristeza de una camisa.




De pronto, me di cuenta que ya estaba en California. Aire cálido, espléndido -un aire que se puede besar- y palmeras.




-Amo el amor- dijo cerrando los ojos. Le prometí un bello amor. La deseaba sin freno.Terminadas nuestras historias, quedamos en silencio entregados a pensamientos de goce anticipado. Todo era tan sencillo como eso.




El autobús llegó a Hollywood. En el amanecer gris y sucio, un amanecer como aquel cuando Joel McCrea encuentra a Verónica Lake en un coche restaurante, en la película Los viajes de Sullivan, se durmió sobre mi pecho. Yo miraba ansiosamente por la ventana: casas blancas y palmeras y cines para coches, toda aquella locura, la dura tierra prometida, el extremo fantástico de América. Bajamos del autobús en Main Street que no es diferente de los sitios donde te bajas del autobús en Kansas City o Chicago o Boston: ladrillos rojos, suciedad, tipos que pasan, tranvías rechinando en el desamparado amanecer, el olor a puta de una gran ciudad.




Hicimos el amor en la dulzura de la perezosa mañana. Después, como dos ángeles cansados, colgados y olvidados en un rincón de LA, habiendo encontrado juntos la cosa más íntima y deliciosa de la vida, nos quedamos dormidos hasta la caída de la tarde.




Terry y yo comimos en una cafetería del centro que estaba decorada com una gruta, con tetas de metal surgiendo por todas partes, y enormes e impersonales nalgas pertenecientes a deidades marinas y neptunos muy falsos. La gente comía lúgubremente junto a cascadas, con el rostro verde de tristeza marina.




Era una noche agradable, una noche caliente, una noche de beber vino, una noche de luna, una noche para abrazar a tu novia y charlar y desentenderse de todo lo demás y pasarlo bien.




...la mayor parte del tiempo estuvimos solos y unimos nuestras almas cada vez más hasta que hubiera sido terriblemente duro decirse adiós.




...habían pasado de la harapienta pobreza de los campos de Simón Legree a una especie de risueña respetabilidad dentro de tiendas mayores, y eso era todo.




Pero la madre, una mujer triste, gorda y morena, se impuso, como siempre ocurre en las grandes familias campesinas de todo el mundo...




Nos volvimos tras una docena de pasos, porque el amor es triste, y nos miramos por última vez.




...la locura total y frenética de Nueva York con sus millones y millones de personas esforzándose por ganarles un dólar a los demás, el sueño enloquecido: cogiendo, arrebatando; dando, suspirando, muriendo sólo para ser enterrados en esos horribles cementerios de más allá de Long Island.




...el coche seguía recto como una flecha, sin desviarse ni un instante de la línea blanca del centro de la carretera que se desenrollaba besando nuestro neumático delantero izquierdo.




...te acuerdas de cuando vine a Nueva York por primera vez y quería que Chad King me enseñara cosas de Nietzsche? ¿Te acuerdas de cuánto tiempo hace? Todo es maravilloso, Dios existe, conocemos el tiempo. Todo ha sido mal formulado de los griegos para acá. No se consigue nada con la geometría y los sistemas de pensamiento geométricos. ¡Todo se reduce a esto! -hizo un corte de manga.




-Problemas, ya ves, son la palabra que generaliza los motivos por los que Dios existe.




Lucille nunca me comprendería porque me gustan demasiadas cosas y me confundo y desconcierto corriendo detrás de una estrella fugaz tras otra hasta que me hundo. Asi es la noche, y eso produce. No puedo ofrecer más que mi propia confusión.




Eso me hizo pensar que podía suceder cualquier cosa... era el momento en que uno lo sabe todo y todo queda decidido para siempre.




“Nueve renglones de crímenes, uno de aburrimiento”: dijo Louis-Ferdinand Céline.




...lo mismo que la lluvia que relaciona todas las cosas del mundo entero...




...el aire de Nueva Orleans era tan dulce que parecía llegar en finos pañuelos; y podías oler el río y oler realmente a gente, y a barro, y a melaza, y a toda clase de emanaciones tropicales con la nariz súbitamente liberada del olor de los secos hielos del invierno del Norte.




Metimos el coche en el ferry de Algiers y nos encontramos cruzando el río Mississippi en barco.




...contemplamos al gran padre marrón de las aguas que bajaba desde el centro de América como un torrente de almas destrozadas llevando troncos de Montana y barro de Dakota e Iowa y cosas que habían caído en él en Three Forks, donde el secreto comenzaba siendo hielo.




Hubiera hecho falta toda la noche para hablar del viejo Bull Lee; de momento, diré que era un auténtico maestro, y debe añadirse que tenía todo el derecho del mundo a enseñar porque se pasaba la vida aprendiendo...




-¿Qué será de nosotros cuando muramos? -le pregunté en cierta ocasión.
-Cuando uno muere se muere, eso es todo -respondió.



Dean y yo estábamos deseando pasar una buena noche en Nueva Orleans y queríamos que Bull nos orientara. Nos echó un jarro de agua fría encima cuando dijo:
-Nueva Orleans es una ciudad muy aburrida. La ley prohibe ir a la parte de los negros. Los bares son insoportablemente lúgubres.
-Supongo que habría algún bar interesante -añadí.
-No existen en América bares realmente interesantes. Un bar interesante está más allá de nuestro alcance. En 1910 un bar era un sitio donde los hombres se reunían después de trabajar, y todo lo que había allí era una larga barra de latón, escupideras, una pianola como música, unos cuantos espejos, y barriles de whisky a diez céntimos el trago junto a barriles de cerveza a cinco la jarra. Ahora todo lo que hay es cromados, mujeres borrachas, maricas, camareros hostiles, dueños nerviosos que andan cerca de la puerta preocupados por sus sillas de cuero y por la ley; sólo un montón de gente gritando a destiempo y un silencio de muerte cuando entra un desconocido.




Finalmente di una vuelta yo solo hasta el malecón. Quería sentarme en la orilla pantanosa y observar el río Mississippi; en vez de eso, tuve que mirarlo con la nariz pegada a una alambrada. Cuando se separa a la gente de sus ríos, ¿adónde puede llegar?




¿Qué es el río Mississippi? Es un pedazo de tierra lavada en la noche lluviosa, un suave chapoteo desde las chorreantes orillas del Missuri, una disolución, un movimiento de la marea por el eterno cauce abajo, un regalo a las espumas pardas, un viaje a través de innumerables cañadas y árboles y malecones, abajo, siempre hacia abajo, por Memphis, Greenville, Eudora, Vicksburg, Natchez, Port Allen y Port Orleans y Port de los Deltas... por Portash, Venice y el Gran Golfo de la Noche, y fuera.




No sabía si era esa calle o la calle Canal de Nueva Orleans: llevaba hasta el mar, el ambiguo y universal mar...




...trabajé un poco en el mercado de mayoristas de frutas donde casi lo había hecho en 1947... el trabajo más duro de mi vida. En una ocasión unos chavales japoneses y yo tuvimos que arrastrar un furgón enorme unos treinta metros por encima de un rail, ayudándonos sólo con una especie de gato que le hacía moverse un centímetro cada vez. Arrastré cestos de sandías por el suelo del frigorífico a pleno sol, estornudando sin parar. En el nombre de Dios y de todos los santos, ¿para qué?
Al anochecer paseaba. Me sentía como una mota de polvo sobre la superficie triste de la roja tierra.




Cuando cruzábamos la frontera entre Colorado y Utah vi a Dios en el cielo en forma de unas resplandecientes nubes doradas sobre el desierto que parecían señalarme con el dedo y decir: “Ven aquí y continúa, vas camino del cielo.”




Dean estaba contento de nuevo. Lo único que necesitaba era un volante entre las manos y cuatro ruedas sobre la carretera.




...todavía nos quedaba mucho camino. Pero no nos importaba: la carretera es la vida.



Los vagabundos de la vieja North Clark dormitaban en el bar, las putas gritaban enfadadas. Chinos misteriosos se escurrían en silencio.




-¿Y qué haces para divertirte?
Intentaba hablar de ligues y de sexo. Sus grandes ojos negros me miraron vacíos y con una especie de tristeza que se remontaba a generaciones y generaciones de gente que no había hecho lo que estaba pidiendo a gritos que debía de hacer... sea lo que sea, aunque todo el mundo sabe lo que es.




Por treinta y cinco centavos cada uno entramos en un cine destartalado y nos tumbamos en el entresuelo hasta por la mañana, que nos echaron. La gente que había en aquel cine nocturno era de lo peor. Negros destrozados que habían venido desde Alabama a trabajar en las fábricas de automóviles y no tenían contrato; viejos vagabundos blancos; jóvenes hipsters de pelo largo que habían llegado al final del camino y le daban al vino sin parar; putas, parejas normales y corrientes y amas de casa que no tenían nada que hacer, ningún sitio al que ir, ni nadie en quien confiar. Se se pasara a todo Detroit por un tamiz no quedarían reunidos mejor sus desechos.




El anonimato en el mundo de los hombres es mejor que la fama en los cielos, porque, ¿qué es el cielo? ¿qué es la tierra? Todo ilusión.




Aquí nadie desconfía, nadie recela. Todo el mundo está tranquilo, todos te miran directamente a los ojos y no dicen nada, sólo miran con sus ojos oscuros, y en esas miradas hay unas cualidades humanas suaves, tranquilas, pero que están siempre ahí. Fíjate en todas esas historias que hemos leído sobre México y el mexicano dormilón y toda esa mierda sobre que son grasientos y sucios y todo eso, cuando aquí la gente es honrada, es amable, no molesta.




-¡Oh, tío! Me gustaría parar y jugar un poco con esas monadas -dijo Dean-, pero fíjate que el viejo o la vieja siempre están muy cerca... por lo general en la parte de atrás, a veces cien metros recogiendo ramas y leña o cuidando a los animales. Nunca las dejasn solas. En este país nadie está solo jamás.




Los otros dormían y yo seguía solo al volante con mi eternidad a cuestas.




Tras la barra estaba el propietario que salió corriendo en cuanto le dijimos que queriamos oír mambos y volvió con un montón de discos, la mayoría de Pérez Prado, y los puso en la máquina de discos. Un instante después toda la ciudad de Gregoria oía la bien que lo estábamos pasando en la Sala de Baile. En el mismo salón el estrépito de la música -así es cómo debe ponerse una máquina de discos y para eso se inventó- era tan tremendo que durante un momento Dean y Stan y yo nos quedamos boquiabiertos al darnos cuenta de que nunca nos habíamos atrevido a poner música tan alta como hubiéramos querido y como ahora sonaba.





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