En este blog se presentan fragmentos originales de los libros que leí. No vierto aquí mis opiniones personales pues considero más efectivo que el mismo autor se encargue de seducirte con sus propias palabras.

sábado, 2 de agosto de 2014

Gazapo - Gustavo Sainz

La jalé hacia mí y me acosté. Casi toqué sus senos en un movimiento en apariencia descuidado. Ella se hizo hacia atrás, con un murmullo de tela frotada contra vientre, senos y caderas.



Nos reflejábamos en el espejo. Cuatro adolescentes se abrazaban y rechazaban; los hombres salieron de la habitación; las mujeres se arreglaron el pelo; se quitaron varios pasadores; los acomodaron; se alisaron exactamente los mismos cabellos, una frente a otra, ellos regresaron. Después, los cuatro abandonaron la habitación.




-¿Qué quieres? -grita en el quicio de la puerta.
-No te enojes –ruega su abuelita, reflejada en la pantalla del televisor apagado, en el espejo del ropero y luego en la ventana. En ésta varias veces, porque ahí se reúnen todos los reflejos.
(…) -¿Quieres que la encienda o no? –le pregunta al reflejo en la ventana…



El escape del auto explotaba desordenadamente.



Abrió la puerta.
-¿Qué pasó aquí? –dijo. Salió de una oscuridad a otra.



…nosotros caímos sobre la cama con una gran carcajada de mujer…



Escribí unas palabras en el espejo. Ella me veía en silencio. Después preguntó:
-¿Qué haces?
-Nada. Bueno, escribo.
El plumón rechinaba. En el espejo terminé de escribir: 

oPinión de EstE EspEjo
ErEs la más bonita dEl
munDo y algunaS partEs
dE 
EUropA

(…) El letrero de ayer me corta la cara. EUropA queda sobre mi estómago y la palabra EspEjo me deshace la boca.



Sonrío. No hablo hasta que la sonrisa ocupa un ocho por ciento de mi cara.




Vio al hombre rubio que rasgó los galones del cadete y le quitó el sable. Todo esto como entre brumas y durante un momento espantoso. (…) …y luego todo se quedaba suspendido en un espacio duro, fotografiado, en el cual nada sucedía o todo sucedía trastocado con siglos en lugar de segundos, y silencio en lugar de ruidos.



…lo cual no deja de causarme cierta inquietud y cierto miedo, que sólo se alivian con un abrazo de mujer o el calor de otro cuerpo junto al de uno.



Son casi las once de la noche y acabo de tomar un Bromural, único calmante de celos que conozco.



Llegamos a la vecindad. Afuera están sus tías, doña Eválida con todo y silla. Las dos tienen cara de garabato.



-Vamos a jugar- ruegan los niños, los jalan hacia el centro del patio. Gruñen como enanos siniestros…



Espesas nubes han cubierto la luna y el viento se mete por los vidrios rotos y produce un sonido animal.



Estoy quieto en una esquina del patio. Arrojo insospechada luz. Puedo ver el mosaico del piso a mi alrededor, las formas púdicas de la pared pegoteada de sombras…



Te confieso que tenía miedo. Podía salir de la cocina el militar que te conté. Nácar me tranquilizaba. Me dijo que el cuate ése está encuartelado todos los días de la semana, menos uno. Así que reservé mi miedo para ese día.



En el baño persistía el sonido triste de mis masturbaciones.



La tía llamó a su hermana y las dos se acomodaron para leer, como telarañas sobre la cama, persignándose, cada una para su santo, olorosas a oscuridad, frunciendo la frente y la boca.





Suprimía los puntos, las comas, las mayúsculas. “Distraen mi sinceridad”, se disculpa, cuando se lo digo.




Fue hasta mi casa. Nunca la había visto así: la boca más grande, los ojos rojos y gastados de tanto llorar, la respiración anhelante. Yo repetía un estribillo que más o menos era:
-No pasará nada. No te preocupes.




…Gisela cierra la persiana. Mira el cielo, las innumerables ventanas de los edificios de enfrente. Son tantas que enloquecen.




El auto arranca, con penetrante olor a gasolina. Su imagen se ondula: es uno de los pintorescos efectos del calor.




Desde la zona del panteón se domina gran parte de la ciudad, simplificada ahora en miles de puntos luminosos que a veces tiritan.



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