...San
José de Costa Rica, un país que tenía maestros y artistas en vez
de uniformados y cuya tradición democrática llega a la leyenda
cuando, como sucedió a don Cleto González Víquez, un ciclista lo
atropelló siendo, ni más ni menos, presidente de la República.
Hecho que en la turbulenta vida de nuestros países se antoja como de
literatura fantástica.
(Del prólogo por Fedro Guillén – México 1988)
Es el
recuerdo un mágico juego de espejos, un perfume que se aspira con
deleite o con nostalgia...
(Del
prólogo por Fedro Guillén – México 1988)
Cuentan
que una vez Ubico, quien gustaba de manejar motocicleta, salió de
paseo custodiado por sus guardias de corps, y vio un perro en la
carretera, sacó su pistola y le disparó, no le pegó pero el perro
salió huyendo. Él, el inefable Señor Presidente, le comentó al
más próximo de los miembros de su escolta:
-Ah,
caray, ando muy mal pues no le atiné a ese perro.
-Sí,
si le dio señor.
-Pero
hombre, no ve que salió corriendo.
-Si,
señor presidente, pero el perro iba muerto.
El
que iba muerto era el escolta, como muertos estaban todos aquellos
esbirros, porque había muerto en ellos la entereza y la dignidad.
Eran infrahombres lambiscones con el “Señor” y prepotentes
sicarios con el pueblo.
La
carencia de medios de información, de cultura y de educación, nos
sumergen en el fatalismo de que las cosas son así porque obedecen a
un determinismo y por lo tanto así tenemos que aceptarlas.
Reyna
Andrade, que asumió la presidencia el 2 de enero de 1931, convocó
inmediatamente a elecciones; unas elecciones amañadas y cocinadas al
vapor; elaboradas para que triunfara el general Jorge Ubico, quien
tomó posesión de la presidencia de la República el 14 de febrero
de ese mismo año.
Todo
esto tan hermoso no fue estéril pero sí contemplativo. Había que
incorporarse para seguir caminando en busca de las metas que, aunque
no estaban todavía definidas, reclamaban la dinámica de su búsqueda
y posible realización.
Vivía
aquel sabio de una manera muy singular, solo en una pequeña
habitación con baño, una buhardilla como las mencionadas en la
literatura clásica francesa; ahí preparaba sus frugales alimentos.
Las únicas veces que salía era para visitar la biblioteca
municipal, donde pasaba días enteros leyendo. El cuidado de su ropa,
muy modesta y el surtido de su despensa, también muy modesta, estaba
a cargo de la dueña de la casa que le había rentado aquel desván.
Yo
mismo fui encarcelado e incomunicado en una oscurísima mazmorra,
donde permanecí durante ocho años; absuelto en primera instancia y
sentenciado en segunda por la sala sexta de apelaciones, constituida
en corte marcial, con el monstruoso dictamen antijurídico de que “si
bien no pudo demostrársele ninguna de las acusaciones imputadas, se
le sentencia a 20 años de prisión, por las responsabilidades
inherentes al cargo que desempeñaba.” Larguísima definición que
puede ser considerada como una extensión delictiva de la ley.
Como
un inexplicable resabio de las dictaduras, siguió durante todo el
período revolucionario la incongruencia de nombrar exclusivamente
militares para ejercer la gubernatura; esto provoca que los
gobernadores formados profesionalmente para ejercer el mando no
siempre entiendan que desempeñan un cargo civil y por excelencia
político, en el cual no se manda, se gobierna, que no es lo mismo.
Me gustaría adquirir el libro, lo he buscado por todos lados y no lo encuentro, alguien me podría ayudar a conseguirlo.
ResponderBorrar