En este blog se presentan fragmentos originales de los libros que leí. No vierto aquí mis opiniones personales pues considero más efectivo que el mismo autor se encargue de seducirte con sus propias palabras.

viernes, 8 de agosto de 2014

Los parientes ricos - Rafael Delgado

Llamaban a misa en todos los templos. La devota Pluviosilla no desmentía su abolengo cristiano, y era maravillosa la sinfonía de todos los campanarios, traída en alas del caluroso viento. La campanita de Santa Marta, con voz atiplada y regular, gritaba urgentemente; la chiquitina de los Desamparados se quejaba solitaria y doliente; la del Carmen sonaba gravedosa; la de San Rafael nerviosilla e inquieta; la parroquial entonada y seria; la del Calvario torpe y vacilante; la de los franciscanos solemne y rotunda. Todas a la vez, se unían en cantos y clamores, en reclamos y rezos, en quejas y notas, en armonía placentera, matinal, regocijada y piadosa, en conjunto sinfónico, a la par lírico y dramático, en vibrante coro que el viento llevaba alígero por la ciudad y por los campos.



…como puerto abandonado que parece pedir a gritos hábiles mañanas de jardinero experto…


…y los platos arcaicos salieron a lucir sus caprichosas abrazaderas.
-Vende estos muebles…
-¿Venderlos? Son de madera muy fina.
-Sí; pero… pasados de moda…
-Les tengo cariño… Son un recuerdo.
-Hija: en las casas suelen ser un estorbo los recuerdos. Vende todo esto…


Charlaban de naderías, pero de esas naderías serias que interesan y son fecundas en el mutuo cambio de ideas y sentimientos.


…aquello del bufón de Eusebio Blasco: “éramos trece a la mesa: dice ostras, y… ¡yo!” No, mi señor; el número trece sólo es fatal, como dice no sé quién, ¡cuando no hay comida más que para doce!


El piano abierto sonreía, y dejaba ver, a la luz de dos bujías, cuyas flamas azotaba el viento, la irreprochable dentadura de su teclado, como la de una mujer admirable y bulliciosa.


…las azaleas como que lamentaban la próxima mudanza, y frente al comedor, en su jaula dorada un canario mimosín gorjeaba regocijado, ebrio de luz y de alegría.


…mientras menos bultos más claridad. Yo me basto y me sobro para el quehacer de la casa. ¿Qué necesidad hay de que criadas extrañas, de esas que no caben en ninguna parte, que hoy están aquí y mañana allá, que andan de casa en casa, que son, como decía en ocasiones el señor, enemigos domésticos, que cuentan en todas partes lo que hacen y dicen en las familias donde están ellas sirviendo?


…bajo la desconfianza vive la seguridad…


Las grandes ciudades, la alta sociedad no son más que feria de vanidad y de miserias deslumbrantes.


…aunque de oro, una jaula es siempre una prisión…


…las cumbres de la Mesa Central, las alturas de Maltrata, por las cuales el tren, en avance fatigoso, asciende y parece trepar como un dragón de las edades antediluvianas.


Una zanja fangosa marcaba el límite de las dos provincias. Campos desiertos, llanuras arenosas se ofrecían a cada lado. Lejanas tolvaneras, a la vera de los caminos y al borde de las heredades, revelaban lento tropel de caminantes. La sierra del Citlaltépetl se erguía a la derecha, y en la falda de los cerros más próximos dos villorios risueños se extendían graciosos, uno en pos del otro, como si quisiera el segundo alcanzar al primero que festivo y regocijado había llegado a la llanura, prófugo de las cumbres nivosas.


Sonó la portezuela al cerrarse, sonó con ese ruido seco, sordo y aristocrático, que en las altas horas de la noche y en las calles silenciosas suele delatar al carruaje rico y hermoso.


Margarita respiró ampliamente, como aquel que deja estrecha habitación y sale a gozar de la frescura de un jardín.


…y que sosiegue en esa linda cabecita tantos diablillos azules como allí viven, danzan y se revuelven en constante prestigioso movimiento…


Lucieron las frutas su belleza rústica. Las pomas califórnicas su carmín amoratado; las mandarinas su ardiente juboncillo; las naranjas cordobesas su ropilla jalde; los racimos el ámbar róseo de su orujo dorado, y las ananas, aunque tardías espléndidas, sus penachos esmaragdinos y sus regios ipiles recamados de oro.
“¡Probadme!”, decían en dulceras y tazones, pastelillos y tortas, compotas y jaleas, y al lado de una caprichosa fuente curva, donde entre rajas de limón y en lecho de caviar, brillaba la coraza de acero de dos pescaditos rusos, en cráter desbordante, una pirámide de fresas, coronada de azúcar, alardeaba de su ápice nivoso.


Y por sus labios pasó con rapidez de colibrí una sonrisa de ventura.


La noche había cerrado. Languidecían los ruidos de la ciudad, y el vientecillo traía el misterioso rumor de las cercanas arboledas.


-Quedaría el recurso de acudir a un tribunal… Un abogado hábil… el derecho tiene sus preceptos, según entiendo.
-¡El derecho! ¿Sabes, Margot, lo que es el derecho, lo que ha sido siempre?- rompió a decir el joven incorporándose en su asiento.
-No.
-Pues voy a definírtelo: es la ciencia de conciliar los errores políticos, legislativos y económicos de los gobiernos con el mezquino interés de los particulares…


¡Dicen que parientes y trastos viejos… pocos y lejos! Y… si los parientes son ricos… ¡hechos añicos!


A la derecha, en las sillas próximas a la ventana, un par de bastidores que delataban el trabajo largo y penoso de la bordadora.


…en cada época de alteza o de rebajamiento moral, el arte refleja el estado de los espíritus, y las artes todas toman carácter idéntico.


Los hombres de negocios, los del tanto por ciento, son así: muy capaces de tirar una fortuna pero tenaces y crueles para cobrar un centavo…


-Sabed que en esos días guardé cama… Un resfrío… la influenza, según el médico… La tal influenza que, a lo que veo y todos miramos, saca fácilmente del paso a los señores facultativos… ¡todo es influenza…!, ¡todo se vuelve influenza!


Sí; es preciso que cuanto antes haga la carrera… ¿de abogado, no es eso? ¡Vaya en gracia! No será santo… No sé quien dijo que en el cielo no hay más que un abogado, San Ivo, y eso… ¿sabéis por qué? Porque no ha podido entrar en la morada de los bienaventurados un alguacil que le arroje de allí.


…la política, perra vieja que ladra en todas partes, que muerde en muchas y rabia en algunas…




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